convertida en almacén para los armarios del rico herbario de la Flora llamada de Santa Fé de Bogotá, pues también se ha derribado el edificio que para la instalación de ésta fué construído en mejores tiempos botánicos, y ha sido preciso invadir el recinto citado, teniendo que explicar los actuales Profesores en una pieza de paso, impropia para el objeto. Basta para comprender la gran importancia que nuestros antiguos naturalistas dieron á los estudios filosóficos, recordar que D. Antonio Palau, Catedrático que fué del Real Jardín Botánico de Madrid, publicó en 1778 su Explicación de la Filosofía y Fundamentos botánicos de Linneo, con lo que se aclaran y entienden fácilmente las Instituciones botánicas de Tournefort; y más tarde, en 1792, también D. Casimiro Gómez Ortega, Catedrático del mismo establecimiento, publicó su Caroli Linnæi, botanicorum principis, Philosophia botanica, annotationibus, explicationibus, supplementis aucta. Ambos maestros procuraron en su enseñanza difundir los principios filosóficos del gran Linneo, cuyos preceptos no han sido los únicos que han guiado á los naturalistas descriptores en sus especiales tareas; pues otro botánico también insigne, Alfonso Piramo De Candolle, á principios del presente siglo, publicó su Teoría elemental de la Botánica, ó sea la Exposición de los principios de la Clasificación natural y del Arte de describir y de estudiar los vegetales; obra tan clásica como la Filosofía del gran Maestro sueco, y cuyo conocimiento también es indispensable al naturalista para que sus tareas no resulten defectuosas, como lo comprendió nuestro Lagasca traduciéndola al español, con interesantes adiciones. Mas á pesar de haberse dispuesto la impresión del trabajo por el Gobierno de la Reina Cristina, aquélla no llegó á verificarse, y á estas fechas ni se sabe dónde pára el manuscrito, quizás perdido para siempre, si no lo aprovecha algún plagiario que lo encuentre sepultado, como ser pudiera, en el Archivo de Alcalá, donde un amigo mío me ha contado haber visto reunidos escritos botánicos y papeletas de herbarios en montón confuso. Quizá no falte quien tache de impertinentes los párrafos anteriores en un libro zoográfico; pero sólo desconociendo el verdadero objeto que tienen podrá opinarse de tal modo, ya que con ellos se hace resaltar la importancia de los estudios filosófico-taxonómicos para la enseñanza de la Historia Natural descriptiva; y cómo, siguiéndolos ó abandonándolos, los resultados son tan diversos como distintos han sido los obtenidos en nuestro Jardín Botánico á fines del siglo pasado y principios del presente, y los que ahora observamos, por haberse abandonado las prácticas doctrinales de aquellos grandes Maestros. Que los preceptos taxonómicos son, como á la Fitografía, aplicables á la Zoografía, lo vemos demostrado en los Principios de Filosofía zoológica publicados por Geoffroy Saint Hilaire en 1830, y los Ensayos de Zoología general del mismo autor dados á luz en 1841. También Ioh. Chrst. Fabricii, en su Philosophia entomológica, aprovechó las doctrinas taxonómicas del Maestro sueco, y J. Flor Saint Amans en 1807 las reprodujo en parte, con igual título, y agregó la exposición de los métodos de Geoffroy y de Linneo, combinados con el sistemático de Fabricius. Diez y nueve años después que el célebre naturalista sueco (en 1770), Antonio Guan, Profesor de Montpellier, publicó, en el preámbulo de su Historia Piscium, una especie de Filosofía ictiológica, de carácter taxonómico también; y desde 1745 Lesser había dado á luz, con notas de Lyonnet, la célebre Teología de los insectos, ó demostración de las perfecciones de Dios en todo lo que concierne á los insectos. El estilo filosóficozoológico que este autor emplea, enseña el modo de engalanar los escritos de Historia Natural para que los teólogos vean en ellos de qué ventajosos medios dispone el naturalista para confundir á los incrédulos con argumentos irrefutables ontológicos. También, al redactar Agassiz su Nomenclator zoologicus continens nomina systematica generum animalium tam viventium quam fossilium, consignó en el Prefacio los Principios generales de la nomenclatura Linneana, cual Cánones taxonómicos que conviene sepan de coro los naturalistas si han de evitar en sus escritos errores censurables. Otras muchas obras extranjeras de Historia Natural han seguido el mismo procedimiento, y en la mía haré lo propio, persuadido de la bondad del sistema. PARTE CUARTA-Zoografia. Esta es la más esencial de mi libro, por constituir ella sola la Synopsis Mammalium Fauna Iberica, y la que, como dejo dicho al principio, tenía terminada al suprimirse la Comisión de Naturalistas encargada de la formación del Mapa Geológico. Al darla á luz ahora, sin desperdiciar los materiales que tenía recogidos ni cambiar en su esencia la forma expositiva que entonces había adoptado, me ha sido preciso ampliar el primitivo trabajo, tanto cuanto lo ha exigido el aumento de materiales y nuevos datos recogidos con posterioridad á los antes acopiados. En todos sentidos creo resulta mejorado el escrito primero, puesto que estaba reducido á un Catálogo descriptivo, siempre de superior importancia á los meramente nomencladores, como llama el Diccionario de la Lengua á las listas de voces técnicas de una ciencia, y ahora está redactado de un modo más lato, no limitándose á las condiciones de una Fauna local de animales silvestres, sino que, como Linneo lo hizo en la suya Suécica, Selys-Longchamps en la Belga, y Trouessart en la Francesa, también incluyo en la nuestra á los mamíferos domésticos. Imito al primer Maestro, intercalando en sus respectivos géneros las especies domesticadas con las montaraces, y me separo de los otros autores que citan aquéllas al final de su obra, á modo de apéndice, pues sólo admito el criterio de que el origen de tales mamíferos se encuentra en los salvajes que el hombre pretende avasallar, sin haberlo conseguido al cabo de millares de siglos sino en cortísimo número; pues de las 143.000 especies de animales que los naturalistas modernos suponen què existen, si no se equivocan como yo sospecho, solas 43 hasta el día se han domesticado, y de ellas no existen más que 33 en Europa, siendo Mamíferos únicamente once, á saber: tres Fieras (el Gato, el Perro y el Hurón, éste más bien cautivo que domesticado); una Belua (el Cerdo); dos Jumentos (el Caballo y el Asno); tres Pécoras (la Cabra, la Oveja y el Toro); y dos Lirones (el Cochinillo de Indias y el Conejo): sorprendente minoría, cuando hoy los ensayos de la aclimatación demuestran la posibilidad de someter á nuestro dominio un número de animales infinitamente mayor del que hasta ahora hemos conseguido. De todos modos, cuando los animales domésticos, abandonados ó sueltos, se ven faltos de los recursos que para la vida les proporciona el hombre, la necesidad les obliga á atender por sí mismos á su subsistencia, y los apuros ó privaciones que tienen despiertan sus instintos naturales salvajes, que demuestran no haberse cambiado la esencia específica, tan sólo enmascarada por la domesticación, temporalmente, ó de un modo indefinido cuando la esclavitud va sucediéndose de padres á hijos; y estos hechos no admiten duda, pues diariamente pasan á nuestra vista cuando los marranos y conejos domésticos se nos escapan al monte á vivir por su cuenta y se convierten pronto en castas cimarronas, cuyos caracteres son los mismos que los de la especie típica, viniendo así á dar una prueba plena en que se apoya mi criterio taxonómico para no separar las especies de mamíferos domésticos de sus tipos bravíos. No he opinado lo mismo al tratarse de las especies exóticas que por curiosidad 6 para estudio se introducen en los Jardines zoológicos y Casas dichas de fieras, de las cuales me hacía cargo en mi primer escrito, bien que sólo de aquellas que algún particular había introducido para intentar su crianza en nuestra ganadería: tales como los Camellos que en Madrid, Aranjuez y la Granja tenía la Real Casa, y en el Coto de Doña Ana, junto & Sevilla, y en la provincia de Huelva, poseían particulares curiosos; los Búfalos, que trató de aclimatar en el Real Sitio de San Ildefonso la Reina María Cristina; las Gacelas y el Kanguro gigante, que el Rey D. Francisco introdujo con éxito notable, primero en el Retiro y después en la Casa de Campo, y otros cuantos animales que desaparecieron, unos por incuria, y muchos por motivos dignos de mayor censura, ocurridos á raíz de la Revolución de 1869. De todo esto prescindo ahora, persuadido de que únicamente cuando una especie exótica, animal ó vegetal, no sólo se connaturaliza en un país, sino que, libre 6 doméstica, de un modo normal llega á vivir como las indígenas, es cuando puede sin inconveniente alistarse en su Fauna 6 Flora. Otro complemento á mi primitivo escrito es la extensión dada á las frases y descripciones de todos los grupos, respetando siempre el texto correcto, que he copiado al pie de la letra, como su autor lo hizo, 6 mo dificándolo sólo en el caso de que un examen detenido me haya hecho conocer alguna deficiencia 6 incorrección científica. Esto imprime un carácter analítico-crítico á mi libro, en cuya parte descriptiva sigo la pauta 6 modelo de Heinrich Schinz y de otros varios autores zoógrafos y fitógrafos, que á la frase latina, comprensible para todos los naturalistas de países diversos, añaden en su idioma propio los detalles y observaciones que completan el estudio del ser descrito: sistema que amplío, añadiendo á la sinonimia científica las vulgares española y portuguesa que conozco. Gracias al tiempo transcurrido entre el principio y fin de mi tarea, he tenido ocasión de ir cosechando por sitios que no había primeramente explorado, y explotar tributarios que no había conocido. No es nuestro colega Selys-Longchamps quien menos me ha auxiliado con sus escritos Micromamalógicos para salir de los atolladeros que ofrece el difícil estudio de seres cuyo diminuto tamaño no atrae las miradas del explorador, y cuya vida retirada, ya bajo del agua 6 ya subterránea, dificulta grandemente espiarlos para enterarnos de lo que nos precisa saber. Dedicado en los años primeros á las investigaciones terrestres, poco 6 nada había hecho referente á los Cetáceos, cuyo dificultoso estudio requiere medios costosos de que no podía disponer la Comisión Geológica. Vino á abrirme franco camino para el caso la Real orden de 5 de Abril de 1865, con la que el Ministro de Marina creó la Comisión Permanente de Pesca, asesora en dicho Centro de todo lo concerniente á tan importante industria marina. Elegido su Vocal ponente para los asuntos piscícolas y demás aprovechamientos que del agua salada saca el hombre, púsome este cargo en contacto directo con la clase pescadora, no sólo de nuestras extensas riberas, sino también con la de otros países, merced á las relaciones internacionales que para los asuntos de pesca con frecuencia tienen que entablarse entre los Gobiernos de naciones litorales. Con esto, las dificultades que la carencia de medios suficientes habían impedido á la Comisión Geológica atender cumplidamente á las necesidades de sus distintas secciones, para mí desaparecieron, y ya pude explorar á mis anchas todo nuestro litoral mediterráneo y oceánico, cuya fauna mastodológica nos era desconocida casi por completo. Muestra son de las tareas que he llevado á cabo, sobre esta parte de nuestra Historia Natural, el libro que he publicado con el título de Ex |