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cipe asistente al Solio, guarda del Concilio, del auditor de la Cámara Apostólica y del senador y conservadores de Roma. Asistieron á Su Santidad el eminentísimo y Rmo. Cardenal De Angelis, como presbítero, y los eminentísimos y Rmos. Cardenales Antonelli y Grassellini, como diáconos, desempeñando las funciones de subdiácono apostólico Mons. Isoard, auditor de la Sagrada Rota.

Despues que el Santo Padre tomó asiento en el Trono, el Rdo. Mons. Fessler, Obispo de San Hipólito y secretarío del Concilio, colocó en el pequeño trono preparado sobre el altar el libro de los Santos Evangelios. Acto seguido se rezaron las oraciones secretas, despues de las cuales recitó Su Santidad las oraciones prescritas, cantándose por los capellanes cantorés la antifona correspondiente. Siguieron las Letanías: al llegar á las Invocaciones, Su Santidad se levantó y repitió las que sucesivamente imploran del Omnipotente se digne bendecir, regir y conservar el Sínodo y la gerarquía eclesiástica, haciendo seis veces la señal de la cruz sobre el Concilio. Terminadas las Letanías, Su Santidad recitó las oraciones correspondientes.

Concluidas estas, el Emmo. y Rmo. Cardenal Borromeo, cumpliendo las ceremonias prescritas, cantó so-lemnemente el Evangelio, tomado de los últimos versículos del cap. xxviii de San Mateo.

Al Evangelio siguió el canto del himno Veni Creator Spiritus, alternando los Padres y los capellanes cantores, y que fue entonado por Su Santidad, que recitó la oracion correspondiente.

Con arreglo á lo prescrito en el ceremonial, en este momento debió cerrarse la puerta de la Sala conciliar, quedando fuera los que no tenian parte en el Concilio;

pero el Santo Padre mandó que quedasen abiertas las puertas, y que permaneciesen allí los estraños al Concilio, para que pudiesen ver la conclusion de la ceremonia.

El Sr. Obispo secretario del Concilio, juntamente con Mons. Valenziani, Obispo de Fabriano y Natelica, se acercaron al Trono Pontificio, entregando el primero la Constitucion que debia promulgarse al Santo Padre, que la pasó á manos del segundo, el cual, subiendo al púlpito, leyó en alta voz la Constitucion dogmática De Fide catholica, interrogando despues á los Padres en esta forma: Rmi. Patres, placentne vobis decreta et canones qui in hac Constitutione continentur?

Entonces se procedió á recibir el voto de los Padres, que le prestaron sucesivamente al ser llamados por su nombre, respondiendo con la fórmula Placet ó Non placet. Los Padres presentes ascendian á seiscientos sesenta y siete, todos los que estuvieron conformes en consentir aprobando. Los votos eran anotados por los Prelados escrutadores y por los Prelados protonotarios apostólicos, con ayuda de los notarios á ellos agregados.

Los Prelados que habian recogido los sufragios su— bieron al Trono pontificio, acompañados del secretario del Concilio, y presentaron el total al Santo Padre, que con su suprema autoridad sancionó los decretos y cánones, pronunciando solemnemente esta fórmula: Decreta et canones, qui in Constitutione modo lecta continentur, placuerunt omnibus Patribus, nemine disentiente; Nosque, sacro approbante Concilio, illa et illos ita ut lecta sunt, definimus, et apostolica auctoritate confirmamus.

Concluido el acto solemne de sancion y promulgacion de la Constitucion, Su Santidad dirigió á los Padres la siguiente Alocucion en latin:

<Videte, Reverendissimi Fratres, quam bonum et iucundum sit ambulare in domo Dei cum consensu! Sic ambulate semper; et quoniam D. N. I. C. hac die pacem Apostolis suis dedit, et ego Vicarius eius indignus nomine suo do vobis pacem. Pax prout scitis, excludit timorem; pax prout scitis, claudit aures sermonibus imperitis. Ah! ista pax vos comitetur omnibus diebus vitæ nostræ; sit ista pax consolatio; sit ista pax vis in morte, et ista pax sit vobis gaudium sempiternum in cœlo.»

(Traduccion.)

«Ya veis, carísimos Hermanos, cuán bueno y dulce es andar de acuerdo en la Casa del Señor, Marchad siempre así; y puesto que en igual dia Nuestro Señor Jesucristo dió la paz á sus Apóstoles, yo tambien, que soy su indigno Vicario, os doy la paz en su nombre.

>>Esta paz, ya lo sabeis, disipa el temor; esta paz, tambien lo sabeis, cierra los oidos á las voces de afuera. ¡Oh! Acompáñeos esta paz todos los dias de vuestra vida; sea vuestro consuelo, vuestra fuerza en el trance de la muerte, nuestra eterna alegría en los cielos.»

Despues se presentaron ante el Trono los Prelados protonotarios apostólicos, y los dos abogados conciliares Dominicis-Tosti y Ralli, como promotores del Concilio, rogando estos á aquellos que estendiesen uno ó mas instrumentos de todo lo ocurrido en la sesion. El decano de los protonotarios contestó que así lo haria, invitando como testigos al Mayordomo y Maestro de Cámara de Su Santidad.

El Sumo Pontifice entonó entonces el himno de accion de gracias, que fue cantado alternativamente por los capellanes cantores y por los Padres y el pueblo.

Concluido el Te Deum, y recitada la oracion por Su Santidad, dió este solemnemente la bendicion apostólica, publicándose la indulgencia por el Cardenal presbítero asistente, con lo que terminó la tercera sesion del Concilio ecuménico.

El Padre Santo volvió en seguida á la Capilla Gregoriana, donde se despojó de los ornamentos sagrados, regresando despues à su cámara.

La sesion se levantó á la una y cuarto de la tarde. Asistieron á ella en la galería lateral SS. AA. RR. el Duque y la Duquesa de Módena, el Duque y la Duquesa de Parma, la condesa de Girgenti, el conde y la condesa de Caserta, la princesa doña Isabel, infanta de Portugal, el duque de Nemours, el duque y la duquesa de Alenzon, y el Gran Duque de Mecklemburgo-Schwerein. Tambien asistieron los individuos del cuerpo diplomático acreditado cerca de la Santa Sede, y otros personajes romanos y estranjeros.

La galería superior estaba ocupada por los procuradores de los Obispos dispensados ó escusados, por los teólogos y canonistas pontificios, y por los teólogos consultores de los PP. del Concilio. El concurso del pueblo fue numerosísimo.

i

DE

FIDE CATHOLICA,

EDITA IN SESSIONE SACROSANCTI ECUMENICI CONCILII VATICANI.

Pius Episcopus, servus servorum Dei, sacro approbante Concilio, ad perpetuam rei memoriam.

Dei Filius et generis humani Redemptor Dominus Noster Jesus Christus, ad Patrem coelestem rediturus, cum Ecclesia sua in terris militante, omnibus diebus usque ad consummationem sæculi futurum se esse promisit. Quare dilectæ Sponsæ præsto esse, adsistere docenti, operanti benedicere, periclitanti opem ferre nullo unquam tempore destitit. Hæc vero salutaris ejus providentia, cum ex aliis beneficiis innumeris continenter apparuit, tum iis manifestissime comperta est fructibus, qui orbi christiano e Conciliis œcumenicis ac nominatim e Tridentino, iniquis licet temporibus celebrato, amplissimi provenerunt. Hinc enim sanctissima Religionis dogmata pressius definita, uberiusque exposita, errores damnati atque cohibiti; hinc ecclesiastica disciplina restituta firmiusque sancita, promotum in clero scientiæ et pietatis studium, parata adolescentibus ad sacram militiam educandis collegia, christiani denique populi mores et accuratiore fidelium eruditione et frequentiore sacramentorum usu instaurati. Hinc præterea arctior membrorum cum visibili capite communio, universoque corpori Christi mystico additus vigor; hinc

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