que aquí debe de haber algun rico minero de preciosos conocimientos para la ciencia de la religion, de la sociedad y del hombre. Quien haya leido las vidas de los antiguos padres del desierto, sin conmoverse, sin sentirse poseido de una admiracion profunda, sin que brotasen en su espíritu pensamientos graves y sublimes; quien haya pisado con indiferencia las ruinas de una antigua abadía, sin evocar de la tumba las sombras de los cenobitas que vivieron y murieron allí; quien recorra friamente los corredores y estancias de los conventos medio demolidos, sin que se agolpen á su mente interesantes recuerdos ; quien sea capaz de fijar su vista sobre esos cuadros, sin alterarse, sin que se excite en su alma el placer de meditar, ni siquiera la curiosidad de examinar; bien puede cerrar los anales de la historia, bien puede abandonar sus estudios sobre lo bello y lo sublime; para él no existen ni fenómenos históricos, ni belleza, ni sublimidad: su entendimiento está en tinieblas, su corazon en el polvo. Con la mira de ocultar el íntimo enlace que existe entre los institutos religiosos y la religion, se ha dicho que esta puede subsistir sin ellos. Verdad indisputable, pero abstracta, inútil del todo, pues que colocada en lugar aislado y muy distante del terreno de los hechos, no puede comunicar luz alguna á la ciencia, ni servir de guia en los senderos de la práctica; verdad insidiosa, pues que tiende nada menos que á cambiar en TOMO III. 2 teramente el estado de la cuestion, y á persuadir, que cuando se trata de los institutos religiosos, la religion no entra para nada. Hay aquí un sofisma grosero, y que no obstante se emplea demasiado, no solo en el caso que nos ocupa, sino tambien en muchos otros. Consiste este sofisma en responder á todas las dificultades con una proposicion muy verdadera, pero que nada tiene que ver con aquello de que se trata. Así se llama la atencion de los espíritus hácia otro punto, y con lo palpable de la verdad que se les presenta, se desvian del objeto principal, tomando por solucion lo que no es mas que distraccion. Se trata, por ejemplo, de la manutencion del culto y clero, y se dice: «lo temporal no es lo espiritual.» Se quiere calumniar sistemáticamente á los ministros de la religion, se dice: «una cosa es la religion, otra cosa son sus ministros. Se pretende pintar la conducta de Roma durante muchos siglos, como una serie no interrumpida de injusticias, de corrupcion y de atentados; á todas las observaciones que podrian hacerse, se contesta de antemano advirtiendo, « que el primado del sumo pontífice nada tiene que ver con los vicios de los papas y la ambicion de su corte.» Verdades palmarias por cierto, y que sirven de mucho en algunos casos, pero que los escritores de mala fe emplean astutamente, para que el lector no advierta cuál es el blanco de los tiros: imitando á los prestigiadores que procuran atraer las miradas de la cán dida muchedumbre á una parte, mientras verifican sus maniobras en lado diferente. El no ser una cosa necesaria para la existencia de otra, no le quita el que tenga en ella su orígen, que esté vivificada por su espíritu, y que exista entre ambas un sistema de íntimas y delicadas relaciones: el árbol puede existir sin sus flores y fruto; de cierto, que aun cuando estos caigan, el robusto tronco no perderá su vida; pero mientras el frutal exista, ¿ dejará nunca de presentar las muestras de su vigor y lozanía, ofreciendo á la vista un encanto, y al paladar un regalo? El arroyo puede seguir en su cristalina corriente sin los verdes tapices que engalanan su orilla; pero mientras mane la fuente que presta al arroyo sus ondas, mientras pueda filtrarse por debajo la tierra el benéfico y fecundante licor, ¿ quedaránse las favorecidas márgenes, secas, estériles, sin matices ni alfombras? Apliquemos estas ideas al objeto que nos ocupa. Es cierto que la religion puede subsistir sin las comunidades religiosas, que la ruina de estas no lleva necesariamente consigo la destruccion de aquella, y se ha visto repetidas veces, que un país donde ellas han sido extirpadas, ha conservado largo tiempo la religion católica; pero no deja de ser cierto tambien que hay una dependencia necesaria entre las comunidades religiosas y la religion, es decir, que ella les ha dado el ser, las vivifica con su espíritu, las nutre con su jugo; y así es, que donde quiera que ella se ar raiga, se las ve brotar inmediatamente; y cuando se las ha echado de un país, si la religion permanece en él, no tardan tampoco á renacer. Dejando aparte los ejemplos de otros países, se está verificando en Francia este fenómeno de un modo admirable: es muy crecido el número de los conventos así de hombres como de mujeres, que se hallan de nuevo establecidos en el territorio francés. ¡Quién se lo dijera á los hombres de la asamblea Constituyente, de la Legislativa, de la Convencion, que no habia de pasar medio siglo antes que renaciesen y prosperasen en Francia los institutos religiosos, á pesar de lo mucho que trabajaron, para que se perdiese hasta su memoria! « No es posible, dirian ellos; si esto llega á suceder, será porque la revolucion que nosotros estamos haciendo, no habrá llegado á triunfar; será que la Europa nos habrá sojuzgado, imponiéndonos de nuevo las cadenas del despotismo: entonces y solo entonces, será dable que se vean en Francia, en Paris, en esa capital del mundo civilizado, nuevos establecimientos de institutos religiosos, de esos legados de supersticion y fanatismo, transmitidos hasta nosotros por ideas costumbres de tiempos que pasaron para no volver jamás. ¡Insensatos! Vuestra revolucion triunfó, la Europa fué vencida por vosotros; los antiguos principios de la monarquía francesa se borraron de la legislacion, de las instituciones, de las costumbres; el genio de la guerra paseó triunfantes por toda la Europa vuestras doctrinas, disminu y yéndoles la negrura con el brillo de la gloria. Vuestros principios, todos vuestros recuerdos triunfaron de nuevo en una época reciente, y se conservan todavía pujantes, orgullosos, personificados en algunos hombres, que se envanecen de ser los herederos de lo que ellos apellidan la gloriosa revolucion de 1789. Sin embargo, á pesar de tantos triunfos, á pesar de que vuestra revolucion no ha retrocedido mas de lo necesario para asegurar mejor sus conquistas, los institutos religiosos han vuelto á renacer, se extienden, se propagan por todas partes, y ocupan un puesto señalado en los anales de la época presente. Para impedir este renacimiento era necesario extirpar la religion, no bastaba perseguirla; la fe habia quedado como un gérmen precioso cubierto de piedras y espinas; la Providencia le hizo llegar un rayo de aquel astro divino, que ablanda y fecunda la nada; y el árbol volvió á levantarse lozano, á pesar de las malezas que embarazaban su crecimiento y desarrollo; y en sus ramas se han visto retoñar desde luego como hermosas flores, esos institutos que vosotros creiais anonadados para siempre. El ejemplo que se acaba de recordar indica muy claramente la verdad que estamos demostrando sobre el íntimo enlace que existe entre la religion y los institutos religiosos, pero además los anales de la Iglesia vienen en apoyo de esta verdad; y el simple conocimiento de la religion, y de la naturaleza de dichos institutos, seria bas |