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tante á probárnosla, aun cuando no tuviéramos en nuestro favor la historia y la experiencia.

La fuerza de las preocupaciones difundidas sobre la materia, hace necesarias algunas observaciones que llegando á la raíz de las cosas, muestren la sinrazon de nuestros adversarios. ¿Qué son los institutos religiosos? Considerados en toda su generalidad, prescindiendo de las diferencias, mudanzas y alteraciones que consigo trae la diversidad de tiempos, países, y demás circunstancias, podremos decir, que « instituto religioso es una sociedad de cristianos, que viven reunidos bajo ciertas reglas, con el objeto de poner en planta los consejos del Evangelio. » Compréndense en esta definicion, aun aquellos que no se ligan por ningun voto; porque ya se echa de ver, que tratamos aquí del instituto religioso en su mayor generalidad, dando de mano á cuanto dicen los teólogos y los canonistas sobre las condiciones indispensables para constituir, ó completar la esencia de la institucion. Además es necesario advertir, que no convenia dejar excluidas de la honrosa categoría de institutos religiosos aquellas asociaciones que reunian todos los requisitos, excepto el voto. La religion católica es tan fecunda que produce el bien por medios muy distintos, y bajo formas muy diversas en la generalidad de los institutos religiosos, nos ha mostrado lo que puede hacer del hombre ligándole con un voto por toda la vida, á una santa abdicacion de la propia voluntad; pero ha que

rido tambien hacernos palpar, que dejándole libre, tiene recursos bastante poderosos para retenerle con suavísimos lazos, y hacerle perseverar hasta la muerte, del propio modo que si se hubiese obligado por voto perpetuo. La congregacion del oratorio de san Felipe Neri que se halla en esta clase, es digna por cierto de figurar en este número, como uno de los ornamentos de la Iglesia católica.

No ignoro que en la esencia de instituto religioso, tal como se entiende comunmente, se encierra el voto; pero recuérdese que lo que me propongo en la actualidad es vindicar contra los protestantes esa especie de asociaciones; y bien sabido es que ora los asociados se liguen con voto, ora se abstengan de emitirle, no merecen por esto la gracia de que los exceptúen del anatema general, los que miran con sobreceño todo cuanto lleva la forma de comunidad religiosa. Cuando se ha tratado de proscribirlas se han visto igualmente envueltas en la proscripcion las que tenian voto y las que carecian de él; por consiguiente tratándose de su defensa, menester es hablar de unas y de otras. Por lo demás no dejaré de considerar el voto en sí mismo, y de presentar las observaciones que le justifican, hasta en el tribunal de la filosofía.

Que el objeto de semejantes sociedades, es decir, el poner en planta los consejos del Evangelio, sea muy conforme al espíritu del mismo Evangelio, no creo que haya necesidad de insistir en

demostrarlo. Y nótese bien, que con este ó aquel nombre, bajo esta ó aquella forma, el objeto de los institutos religiosos es algo mas que la mera observancia de los preceptos; entraña siempre la idea de la perfeccion, ora sea en la vida activa, ora en la contemplativa. La guarda de los santos mandamientos es indispensable á todos los cristianos que quieren entrar en la vida eterna; los institutos religiosos se proponen caminar por un sendero mas difícil, se enderezan á la perfeccion: á ellos se recogen los hombres, que después de haber oido de la boca del Divino Maestro aquellas palabras, « si quieres ser perfecto, vete, vende todo lo que tienes, y dalo á los pobres, no se van tristes como el mancebo del Evangelio, sino que acometen animosos la empresa de dejarlo todo y seguir á Jesucristo.

Fáltanos ahora manifestar, si para el logro de tan santo objeto es el medio mas á propósito la asociacion. Fácil me fuera para demostrarlo, traer aquí varios textos de la Sagrada Escritura, que manifestarian cuál es el verdadero espíritu de la religion cristiana sobre este particular, y la voluntad expresa del divino Maestro; pero como quiera que el gusto de nuestro siglo y hasta lo vidrioso de la materia, está amonestando que se evite en cuanto cabe todo lo que tenga sabor de discusion teológica, sacaré la cuestion de este terreno, y me ceñiré á considerarla bajo puntos de vista meramente históricos y filosóficos. Quiero decir, que sin amontonar citas ni textos, proba

ré que los institutos religiosos son muy conformes al espíritu de la religion cristiana, y que por tanto los protestantes la desconocieron lastimosamente cuando los condenaron y destruyeron ; probaré además, que los filósofos que sin admitir la verdad de la religion confiesan sin embargo su utilidad y belleza, no pueden reprobar unos institutos que son los necesarios resultados de la misma.

En la cuna del cristianismo, cuando conservaban los corazones en todo su vigor y en toda su pureza las centellas de fuego desprendidas de las lenguas del Cenáculo; cuando eran tan recientes las palabras y los ejemplos del divino Fundador, cuando era tan crecido el número de los fieles que habian tenido la inefable dicha de verle y de oirle durante su paso sobre la tierra, hallamos que bajo la misma direccion de los apóstoles los fieles se reunen, y confunden sus bienes, formando una misma familia que tenia su padre en los cielos, y cuyo corazon era uno y el alma una. No entraré en controversias sobre la extension

que

tendria este hecho, sobre las circunstancias que le acompañaban y sobre la mayor ó menor semejanza que se descubre entre él y los institutos religiosos; me basta que exista, y que pueda consignarle aquí, para indicar cuál es el verdadero espíritu de la religion sobre los medios mas conducentes para alcanzar la perfeccion evangélica. Recordaré sin embargo, que Cassiano al describir la manera con que principiaron los ins

TOMO III.

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titutos religiosos, encuentra su cuna en el mis→ mo hecho á que hemos aludido, y que nos refieren las actas de los apóstoles. Segun el mismo autor, no se interrumpió nunca totalmente ese género de vida, de suerte que existieron siempre algunos cristianos fervorosos que la continuaron, enlazándose de este modo la existencia de los monges con las asociaciones primitivas. Después de haber trazado la historia del tenor de vida de los primeros cristianos, y de las alteraciones que sobrevinieron, continúa: «Aquellos que conser> vaban el fervor apostólico recordando la primi»tiva perfeccion, se apartaron de las ciudades, y » del trato de los que pensaban serles lícito un género de vida menos severo, y empezaron á > escoger lugares retirados y secretos donde pu» diesen practicar particularmente lo que recor» daban que los apóstoles habian establecido en

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general, por todo el cuerpo de la Iglesia : y así > comenzó á formarse la disciplina de los que se >> habian separado de aquel contagio. Andando el » tiempo, como vivian apartados de los fieles, y » se abstenian del matrimonio, y además se pri» vaban de la comunicacion del mundo y aun de » sus propias familias, se los llamó monges á cau» sa de su vida singular y solitaria. » (Collat. 18. cap. 5.).

Entró inmediatamente la época de la persecucion, que con algunas interrupciones como momentos de descanso, se prolongó hasta la conversion de Constantino. En este período no

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