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la virtud, entronizais el vicio. Sustraed el mundo á la ley eterna, á esa ley que abarca al hombre y á la sociedad, que se extiende á todos los órdenes, que es la razon divina aplicada á las criaturas racionales; buscad fuera de ese inmenso círculo una libertad imaginaria, nada queda en la sociedad sino el dominio de la fuerza bruta, y en el hombre el imperio de las pasiones: en uno y otro la tiranía, por consiguiente la esclavitud.

CAPITULO XXXIX.

ACABO de examinar los institutos religiosos en general, considerándolos en sus relaciones con la religion y con el espíritu humano: voy ahora á dar una ojeada á los principales puntos de su historia de donde resulta en mi concepto una importante verdad, á saber, que la aparicion de esos institutos, bajo diferentes formas, ha sido la expresion y la satisfaccion de grandes necesidades sociales; un medio poderoso de que se ha servido la Providencia, para procurar no solo el bien espiritual de su Iglesia, sino tambien la salvacion y regeneracion de la sociedad. Claro es que no me será posible descender á pormenores, pasando en revista los numerosos institutos que han existido; y además esto seria inútil para el objeto que me propongo. Me limitaré pues á recorrer las principales fases de la institucion, presentando sobre cada una algunas observaciones; como el viajero que no pudiendo permanecer largo tiempo en un país, se contenta contemplándole algunos momentos desde los puntos mas culmi

nantes. Empiezo por los solitarios de oriente. Amenazaba próxima y estrepitosa ruina el coloso del imperio romano. Su espíritu de vida se iba por instantes extinguiendo, no habia esperanza de un soplo que pudiera reanimarle. La sangre circulaba en sus venas lentamente, pero el mal era incurable; síntomas de corrupcion se manifestaban ya por todas partes; y esto acontecia cabalmente en el momento crítico y terrible, en que debia apercibirse para luchar, para resistir al recio golpe que iba á precipitar su muerte. Presentábanse en la frontera del imperio los bárbaros, como las manadas de carnívoros atraidos por las exhalaciones de un cadáver; y en tan formidable crisis, estaba la sociedad en vigilias de una catástrofe espantosa. Todo el mundo conocido iba á sufrir un cambio profundo; lo de mañana no habia de parecerse á lo de ayer. El árbol debia ser arrancado, pero su raíz era muy honda, y no podia desgajarse del suelo, sin cambiar la faz de la anchurosa basa donde tuviera su asiento. Encarada la mas refinada cultura con la ferocidad de la barbarie, la energía de los robustos hijos de las selvas con la muelle afeminacion de los pueblos del mediodía, el resultado de la lucha no podia ser dudoso. Leyes, hábitos, costumbres, monumentos, artes, ciencias, toda la civilizacion y cultura recogidas en el trascurso de muchos siglos, todo estaba zozobrando, todo estaba presintiendo su próxima ruina; todo auguraba que Dios habia señalado el momento supremo al po

der y á la existencia misma de los dominadores del orbe. Los bárbaros no eran mas que un instrumento de la Providencia: la mano que habia herido de muerte á la señora del mundo, á la reina de las naciones, era aquella mano formidable que toca á las montañas, y las hace humear y las reduce á pavesas; que toca los peñascos, y los liquida como metal derretido; que envia su aliento abrasador sobre las naciones, y las devora como una paja.

El mundo debia ser por algunos momentos la presa del caos: ¿pero de este caos habia de surgir la luz?¿ la humanidad habia de fundirse como el oro en el crisol, para salir luego mas brillante y mas pura? ¿ debian rectificarse las ideas sobre Dios y el hombre? ; debian difundirse nociones de ¿ moral mas santa y mas elevada? El corazon humano habia de recibir inspiraciones severas y sublimes, para levantarse del fango de la corrupcion en que yacia, para vivir en una atmósfera mas alta, mas digna de un ser inmortal. Sí: la Providencia lo habia destinado de esta suerte; y su infinita sabiduría andaba conduciendo los sucesos por caminos incomprensibles al hombre.

El cristianismo se hallaba ya propagado por toda la faz de la tierra; sus santas doctrinas fecundadas por la gracia celestial iban llevando el mundo á una regeneracion admirable, pero la humanidad debia recibir de sus manos un nuevo impulso, el espíritu del hombre un nuevo sacudimiento, para que tomando brío se levantase de

un golpe á la altura conveniente, y no descendiese de ella jamás. La historia nos atestigua los obstáculos que se opusieron al establecimiento y desarrollo del cristianismo: fué necesario que Dios tomase sus armas y embrazase su escudo, segun la valiente expresion del profeta, y que á fuerza de estupendos prodigios quebrantase la resistencia de las pasiones, destruyese toda ciencia que se levantaba contra la ciencia de Dios, arrollase todos los poderes que le hacian frente, y sofocase el orgullo y la obstinacion del infierno. Pasados los tres siglos de tormentas, cuando la victoria se iba declarando en favor de la religion verdadera por los cuatro ángulos del mundo, cuando los templos de las falsas divinidades se iban quedando desiertos, y los ídolos que no habian venido al suelo temblaban ya sobre sus pedestales, cuando la enseña del Calvario flotaba en el Lábaro de los Césares, y las legiones del imperio se inclinaban religiosamente ante la cruz, entonces debia el cristianismo realizar en instituciones permanentes, en aquellas instituciones sublimes que solo él plantea y solo él concibe, los altos consejos que tres siglos antes oyó asombrada la Palestina salir de la boca de un hombre, que sin haber aprendido las letras, decia y enseñaba verdades que jamás se ofrecieran al espíritu del mas privilegiado mortal.

Las virtudes de los cristianos habian salido ya de la oscuridad de las Catacumbas; debian brillar á la luz del cielo y en medio de la paz, como an

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