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esos misioneros? ¿No fué el principal un celoso monge llamado Agustin, enviado por un papa que tambien habia sido monge, san Gregorio el Grande? Al atravesar la confusion de los siglos medios, ¿dónde encuentra el lector los grandes centros de saber y de virtud, sino en aquellas mansiones solitarias, de las que salen san Isidoro arzobispo de Sevilla, el santo abad Columbano, el obispo de Arles san Aureliano, el apóstol de la Inglaterra san Agustin, el de Alemania san Bonifacio, Beda, Cutheberto, Aupertho, Paulo monge de Casino, Hincmaro de Reims educado en el monasterio de san Dionisio, san Pedro Damian, san Bruno, san Ivon, Lanfranco, y otros, que forman una clase privilegiada de hombres que en nada se parecen á los de sus tiempos?

A mas del servicio que hicieron los monges á la sociedad bajo el aspecto religioso y moral, es inapreciable el que dispensaron á las ciencias y á las letras. Ya se ha observado repetidas veces, que estas se refugiaron en los claustros, y que los monges conservando y copiando los antiguos manuscritos, preparaban los materiales para la época de la restauracion de los conocimientos humanos. Pero es menester no limitar el mérito de los monges considerándolos como meros copiantes; muchos de ellos se elevaron á un alto punto de sabiduría, adelantándose algunos siglos á la época en que vivian. Además, no contentos con la penosa tarea de conservar y ordenar los manuscritos antiguos, dispensaban á la historia

un beneficio importante por medio de las crónicas: con estas, al paso que cultivaban un ramo tan importante de estudios, recogian la historia contemporánea, que quizás sin sus trabajos se hubiera perdido.

Adon arzobispo de Viena educado en la abadía de Ferrieres, escribe una historia universal desde la creacion del mundo hasta su tiempo; Abbon monge de san German Despres compone un poema en latin en que narra el sitio de Paris por los normandos; Aimon de la Aquitania escribe en cuatro libros la historia de los francos: san Ivon publica una crónica de los reyes de los mismos francos; el monge aleman Dithmar nos deja la crónica de Enrique I, de los Otones I y II y de Enrique II: crónica estimada, como escrita con sinceridad, que se ha publicado repetidas veces, y de la cual se valió Leibnitz para ilustrar la historia de Brunsvich. Ademaro es autor de una crónica que abraza desde 829 hasta 1029 ; Glabero monge de Cluni lo es de otra historia muy estimada de los sucesos ocurridos en Francia desde 980 hasta su tiempo; Herman de una crónica que abarca las seis edades del mundo hasta 1054. En fin seria nunca acabar si quisiésemos recordar los trabajos históricos de Sigeberto, de Guiberto, de Hugo prior de san Víctor, y otros hombres insignes, que elevándose sobre su tiempo, se dedicaban á esa clase de tareas. La dificultad y alto mérito de ellas difícilmente podemos apreciarlo nosotros, viviendo en época

en que son tan fáciles los medios de instruirse, y en que heredadas las riquezas de tantos siglos, el espíritu encuentra por todas partes caminos anchurosos y trillados.

Sin la existencia de los institutos religiosos, sin el asilo de los claustros, hubiera sido imposible que se formasen hombres tan esclarecidos. No solo se habian perdido las ciencias y las letras, sino que habian llegado á ser muy raros los seglares que sabian leer y escribir; y por cierto, que semejantes circunstancias no eran á propósito para formar hombres tan eminentes, que podrian muy bien honrarse con ellos siglos mucho mas adelantados. ¿Quién no se ha parado repetidas veces á contemplar el insigne triunvirato de Pedro el Venerable, san Bernardo, y el abad Suger? ¿no puede decirse que el siglo doce se salió de su lugar, produciendo un escritor como Pedro el Venerable, un orador como san Bernardo, un hombre de estado como Suger?

Otro monge célebre se nos presenta tambien en aquellos tiempos, y cuya influencia en el adelanto de los conocimientos no ha sido estimada cual merece, por aquellos críticos que solo se complacen en señalar los defectos: hablo de Graciano. Los que han declamado contra él, recogiendo afanosos los yerros en que pudo incurrir, se hubieran conducido harto mejor, colocándose en el lugar del compilador del siglo doce, con la misma falta de medios, sin las luces de la crítica, y ver entonces si la atrevida empresa no fué

llevada á cabo mucho mas felizmente de lo que era de esperar. El provecho que resultó de la coleccion de Graciano es incalculable. Presentando en breve volúmen mucho de lo mas selecto de la antigüedad con respecto á la legislacion civil y canónica, recogiendo en abundancia textos de santos padres aplicados á toda clase de materias, á mas de excitar el estudio y el gusto de ese género de investigaciones, daba un paso inmenso para que las sociedades modernas satisfaciesen una de sus primeras necesidades así en lo eclesiástico como en lo civil, cual era la formacion de los códigos. Se dirá que los errores de Graciano fueron contagiosos, y que mas hubiera valido recurrir directamente á los originales; pero para leer los originales es necesario conocerlos, tener noticia de su existencia, hallarse incitado por el deseo de aclarar alguna dificultad, haber tomado gusto á esta clase de investigaciones, todo lo cual faltaba antes de Graciano, y todo se promovia por la empresa de Graciano. La general aceptacion de sus trabajos es la prueba mas convincente del mérito que encerraban; y si se responde que esa aceptacion la debieron á la ignorancia de los tiempos, yo añadiré que siempre debemos agradecer el que se arroje un rayo de luz, por débil que sea, en medio de las tinieblas.

CAPÍTULO XLII.

De la rápida ojeada que acabamos de echar sobre los institutos religiosos desde la irrupcion de los bárbaros hasta el siglo XII, se infiere que durante esta temporada fueron un robusto sosten para impedir el completo desmoronamiento de la sociedad, un asilo del infortunio, de la virtud y del saber, un depósito de las preciosidades de los antiguos, y una especie de asociaciones civilizadoras que trabajaban en silencio en la reconstruccion del edificio social, en neutralizar la fuerza de los principios disolventes, y un plantel donde pudieron formarse los hombres de que habian menester los altos puestos de la Iglesia y del estado. En el siglo XII y siguientes, aparecen nuevos institutos que presentan un carácter muy distinto. Su objeto es tambien altamente religioso y social, pero los tiempos han cambiado, y es menester recordar las palabras del apóstol, omnia omnibus. Examinemos cuáles fueron las causas y los resultados de semejantes innovaciones. Antes de pasar mas adelante, diré dos pala

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